Si existe en el mundo una marca que ha sabido trasladar su cultura, filosofía, valores y aprendizajes al crecimiento pragmático de su sociedad y empresa es Mazda. Una marca que le debe a Japón, tanto lo que Japón le debe a ella.
Surge de este espíritu tan arraigado a todo lo que sus ancestros han dejado como enseñanza en su tierras, el afán de superación y de no rendirse ante la adversidad o las dificultades. Ello es lo que Mazda comprende y trabaja como espíritu Mukainada.
Todo comienza en el año 1929, donde Hiroshima empieza a destacarse como una de las ciudades más importantes de Japón. Para entonces Toyo Kogyo, lo que luego se convirtió en Mazda, era una compañía manufacturera de corcho.
En el contexto de prosperidad en el que se encontraba Hiroshima, la compañía decide diversificar su negocio, ampliando sus horizontes y comienza la fabricación del vehículo Mazda Go: un comercial de tres ruedas, que se convirtió exitosamente en el primer automóvil de Mazda.
Todo prosperó de manera óptima tanto para la ciudad, como para Mazda, que encontró en el arduo trabajo de la sociedad y la avanzada tecnología de fabricación de acero que conquistaba Hiroshima, el impulso necesario para transformarse por completo en una compañía de construcción de vehículos.
Mazda, la compañía que de ahora en más se dedicaría a los automóviles, se encontraba ubicada en Mukainada. Fue en su momento de mayor esplendor cuando la fábrica de Mazda quedó situada en la denominada “zona cero”, lugar donde, en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tiraría la bomba atómica.
Pese al caos y la tragedia, Mazda tuvo la suerte de que, parte de sus instalaciones, resultaron ilesas al encontrarse edificadas en el distrito de Mukainada, protegidas por la naturaleza del monte Hijiyama.
Esta fortuna, como un oasis entre tanto desierto, permitió a la compañía mantenerse en pie y, siendo fiel al manifiesto de su fundador que juraba colaborar siempre con su sociedad, se puso a disposición de la población para colaborar en todo lo necesario.
Así, Mazda se convirtió en un pilar sólido de la sociedad, ayudando con el transporte de material sanitario, cediendo sus instalaciones sanas como refugio para los sobrevivientes y creando hospitales de campaña.
El espíritu Mukainada es, en definitiva, la manera de reinventarse y evolucionar, siendo conscientes de un pasado que los pone a prueba de manera constante.
Hacer frente a las dificultades de manera proactiva, colaborando y demostrando que no es el final, así nació el espíritu de Mukainada.
Transformando la adversidad en una oportunidad gracias a la creatividad y espíritu incansable que nace de los valores de una marca que nunca se da por vencida.