Es innegable la magia que rodea a toda la cultura japonesa, hasta el más pequeño ritual, celebración y filosofía hacen de esta cultura algo verdaderamente bello. Todo lo que circunda a este país y sus tradiciones se encuentra cargado de un valor emocional, espiritual y sagrado que lo hacen único.
Entre esta genuinidad y encanto que representa a la cultura nipona, se encuentra una de las prácticas ancestrales más importantes: la del Hanami (花見).
Hanami significa literalmente “contemplar las flores” y es uno de los acontecimientos de mayor celebración de Japón. Durante un breve lapso de tiempo, los árboles de cerezo se cubren de sus hermosas flores llamadas sakura, para anunciar el fin del invierno y el comienzo de los tiempos cálidos en el país.
Para la cultura popular, las sakura no sólo son quienes anuncian el inicio de la primavera, sino que, cargan en ellas diferentes significados y connotaciones. Representando y simbolizando la belleza total de la naturaleza y la fugacidad de lo perfecto.
Lo que los japoneses como sabios amantes de la naturaleza, adoran de las sakuras es su delicadeza y lo tremendamente efímero de su existencia. Tratándose de una flor rosada, armoniosa, que cubre con un manto los parques y montañas por pocas semanas al año.
En Japón, en concreto, hay diez variedades: dos de ellas son yamazakura y edohigan, quienes anuncian el cambio de estación desde la Edad de Piedra, cuando los primeros seres humanos comenzaron a vivir en el archipiélago nipón.
El primero crece, principalmente, desde la antigüedad en las colinas habitadas de las regiones central y occidental. Además, florecen antes que otros árboles, de ahí que destaquen en las montañas al comienzo de la primavera.
A diferencia de estos, los cerezos de la variedad edohigan apenas crecen en las montañas. Son árboles gigantes y florecen antes, miden 30 metros de altura y tienen un tronco de más de dos metros de diámetro, de ahí que sean tan reconocidos y elogiados.
La importancia de los sakura se remonta a siglos atrás, cuando la floración de estos árboles marcaba el inicio de la primavera, haciendo claro el momento perfecto para comenzar la plantación del arroz: el alimento más importante para los primeros habitantes de este país.
Durante todo este período, los árboles de cerezos eran conocidos como seres sagrados y se creía que las almas de los dioses de la montaña se encontraban dentro de ellos.
Por ello, los agricultores veneraban de una manera muy especiales estos árboles. Creían que, cuando las flores rosadas de los sakura llegaban a su máximo esplendor, era cuando los dioses bajaban a las villas y se convertían en arrozales para colaborar con la producción de sus campesinos.
Con el inicio de los guerreros samurái y la filosofía que rodeaba su estilo de vida, las flores de los cerezos tomó mucho más protagonismo.
La vida corta y efímera de los sakura se relacionaba íntimamente con el bushido, o el camino del samurái. Importantes guerreros japoneses, con una profunda manera de ver el mundo. Ellos, creían y abalaban en el sepukku o harakiri, el ritual de la muerte más noble de un guerrero; morir con dignidad, cometiendo suicidio, cuando la vida todavía está en todo su esplendor.
Al igual que el seppuku de los samuráis, así hacen los cerezos, permitiendo que sus flores caigan en una suerte de delicada lluvia de pétalos, sin dejar que se pudran enganchadas a sus ramas.
Durante el Período siguiente, el de Azuchi-Momoyama, la costumbre de celebrar la floración del sakura bajo los propios árboles de cerezos, comenzó a ganar fama debido a las fiestas del emperador Toyotomi Hideyoshi.
Aunque al principio se mantuvo como un festival reservado para la aristocracia, con el tiempo se fue extendiendo hacia todos los estratos sociales en el Período de Edo.
En la actualidad, en cada temporada de primavera y floración, miles de japoneses se reúnen bajo los cerezos en jardines, parques y montañas, disfrutando del maravilloso arte de contemplar la lluvia de delicadas flores, disfrutando de un momento de calma y armonía mientras todo se va tiñendo de color rosa.
Al igual que el monte Fuji, los árboles de sakura son parte de lo más importante de la cultura japonesa: una combinación de belleza, leyendas e historia que atraviesa valores y sentires de lo más profundo de la sociedad.
Caen flores del cerezo
y entre las ramas
aparece un templo.
(Yosa Buson)