La limpieza en Japón funciona como pilar fundamental de la educación. Desde que los niños comienzan la escuela, es decir, a partir de que empiezan a participar de la segunda institución más importante de sus vidas, trabajan el ejercicio de la limpieza comunitaria.
El arte de limpieza japonesa se llama Osoji y consiste en aprender a asear de manera exhaustiva, desprendiéndose de objetos, hábitos y relaciones innecesarias e insanas. Logrando así liberar tu vida de cargas y mejorando la salud emocional.
Osoji busca el cierre de una etapa para poder comenzar una nueva, de manera limpia y pura, tanto en lo físico como en lo espiritual.
En contextos en donde el mundo entero necesita del mayor cuidado que podemos brindarle, en términos de higiene, limpieza y amor, utilizar esta práctica milenaria para insertarla dentro de nuestros hogares es un hábito ideal para mantener el cuerpo, el hogar y el espíritu limpios de todo lo que hace mal.
Este ritual, es uno de los más comunes entre los japoneses, ya que se realiza todos los fines de año con la finalidad de recibir el año entrante de la mejor manera posible, dejando el pasado atrás.
Días antes de fin de año se asea a fondo los hogares, trabajos y escuelas, con el objetivo de empezar un nuevo año purificados y limpios.
Se limpia el hogar, pero de alguna forma, también se limpia el alma y la vida de todos sus habitantes.
Esta tradición milenaria es una de las más arraigadas en su cultura y entiende al humano como responsable de por vida del cuidado de su entorno. Se entiende a la persona como encargada exclusiva de mantenerlo limpio y ordenado.
Para la cultura japonesa la pureza del entorno es representativa también de la pureza del alma de cada persona y de su mundo interno. Es por ello, que desde el nivel básico de educación, se destina un horario para que los niños limpien sus aulas, patios, espacios comunes y baños.
Este contexto es una tradición y un hábito que enseña a comprometerse con el cuidado, lejos de ser un castigo, es parte de la educación y el crecimiento personal de cada persona.
Se trata de una forma sencilla y sana de practicar valores de convivencia y responsabilidad. Valores que, en este momento, nos son imprescindibles.
El método KonMari es uno de los más famosos en la actualidad y consiste en entender que para poner orden y organizar bien la casa, primero hay que deshacerse de cosas inservibles aunque a veces cueste.
Comienza por lo que consideres más simple, como por ejemplo: ropa, libros o zapatos. Y deja para el final todo lo que sean fotos y los recuerdos, que son cosas que tienen valores sentimentales más fuertes y cuesta más desprenderse.
La siguiente clave es pensar el hogar de manera general, en vez de ordenar la casa por habitaciones, lo ideal es hacerlo por etiquetas / categorías de cosas. De esta manera, sabes qué es lo que acumulas en el hogar y puedes decidir correctamente qué es lo que necesitas y qué es lo que no.
Dedica un día completo a la limpieza total. Invertirás un día de tu tiempo en lograr la felicidad en tu hogar y de esta manera será mucho más simple mantener el orden, ya que costará menos el cuidado diario de cada espacio.
Utilizar objetos comunes a la casa, como por ejemplo, cajas de zapatos, sirve al orden del hogar ya que de cierta manera se recicla lo que ya se venía acumulando. Esto favorece en evitar la compra de elementos innecesarios que ayuden a seguir sumando objetos sin sentido.
Entender que todo nuestro entorno influencia y conecta con nuestro interior es la clave para comprender que todo lo que nos compete debe ser ordenado por nosotros mismos.
Utilizar estos días tan difíciles como reflexión y aseo son la clave ideal para reconciliarnos con nosotros mismos y el espacio que habitamos. Hacer de estos tiempos complicados una herramienta que nos ayude a llegar a nuestro propio éxito es la mejor justicia que le podemos brindar a las horas dentro del hogar.
Mantener la higiene, el cuidado del hogar y el de toda la familia es responsabilidad que nos cabe a todos por igual, para hacer de esta epidemia lo más leve posible.